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Lo esencial en el fútbol, posible desde Lionel

  • Foto del escritor: Sabrina Marchese
    Sabrina Marchese
  • 4 sept
  • 4 Min. de lectura

Durante dos décadas, Lionel Messi nos mostró que existía otro fútbol dentro del mismo deporte. En la previa de la última doble fecha de Eliminatorias Sudamericanas con vistas al Mundial 2026, repasamos las mismas instancias de los recientes 20 años y cómo el rosarino impactó en la historia de una Selección Argentina signada por su liderazgo.

Por: Sabrina Marchese


El 11 de octubre de 2005, la Selección Argentina de Fútbol cayó en la última fecha de Eliminatorias Sudamericanas, en territorio charrúa, frente a Uruguay por 1-0. El conjunto dirigido por José Pekerman ya se encontraba clasificado para el Mundial de Alemania 2006 pero esa derrota le significó resignar el liderato y que Brasil lo hiciese propio, también con 34 puntos pero con diferencia de gol a favor de la canarinha Un par de días antes, los sondeos previos a las elecciones legislativas daban a Elisa Carrió primera en Capital Federal y a la por entonces Senadora Cristina Fernández ampliando la diferencia en provincia de Buenos Aires. Ese 9 de octubre, en el Monumental, ningún jugador vislumbraba su retirada y debutaba con los colores patrios en la victoria 2-0 frente a Perú un tal Lionel Andrés Messi.



Cuatro años más tarde, con idéntico rival, Martín Palermo sellaría un triunfo tan épico como agónico bajo una lluvia torrencial que propició la antológica palomita de un Diego Maradona DT, alegría desbordante mediante. Argentina aseguraba su pase a la primera Copa del Mundo en el continente africano, por eso la alegría, la palomita y la euforia de todo un país estuvieron ampliamente justificadas. En esa jornada, Barack Obama se mostraba sorprendido al recibir el Premio Nobel de la Paz y la prensa mundial se preguntaba si dos astros (en tiempos donde aún no se hablaba de mercurio retrógrado), podrían convivir en un vestuario de fútbol.

Un mesías futbolístico con dos décadas de vigencia indiscutida
Un mesías futbolístico con dos décadas de vigencia indiscutida

Mientras el fuego amenazaba las Sierras de Córdoba, en octubre de 2013 con un demoledor 5-2 en Asunción, Argentina confirmaba su poderío ofensivo imponiéndose a los paraguayos y sacaba los pasajes para su undécima participación mundialista. Como toda precuela que quede en la historia, Alejandro Sabella diagramó lo que se denominaría “los cuatro fantásticos”, un cuarteto conformado por Ángel Di María, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero y Lionel Messi, un 10 ya afianzado, titular indiscutido. Ese año, el llanto conjunto se apoderó también de los trapos en las canchas al tener, nada más y nada menos, que un Papa argentino.

Todos los "Messis" en los dorsales de niños de todo el mundo.
Todos los "Messis" en los dorsales de niños de todo el mundo.

Quito fue el escenario de dos tiempos totalmente disímiles desde lo emocional el 10 de octubre de 2017. Como las caras del teatro, del drama absoluto a un júbilo inesperado. A los 40 segundos de comenzado el partido, los ecuatorianos se pusieron en ventaja por medio de Romario Ibarra. Ese sacudón, significó el hálito interrumpido de millones de argentinos que creyeron que el Mundial de Rusia no tendría presencia celeste y blanca. En paralelo, a todas las acciones publicitarias que el mítico Café Tortoni competía por ser el mejor de un circuito de Bares Notables, con un triplete atesorado en las retinas y los corazones de todo fobalero de bien, Messi dio vuelta el encuentro de Quito convirtiendo el 3 a 1 final que le salvaría la cabeza al luego denostado Jorge Sampaoli. El 1 de junio de ese año, el deporte argentino lloró a Roberto De Vicenzo, número uno del golf mundial.

El color de la victoria.
El color de la victoria.

Nuevos aires. Nueva era. Un director técnico cuestionado debido a su falta de experiencia en la conducción de equipos. No obstante, la conformación de un cuerpo técnico sólido, amalgamado y con una clara visión potenciadora en todas las líneas. Con una última doble fecha de Eliminatorias bastante exigida, Argentina enfrentó el 11 de noviembre de 2021 a Uruguay imponiéndose en Montevideo por 1-0 con gol de Fideo y cinco días después recibió en San Juan a Brasil, empatando 0-0. La pandemia por COVID-19 ya había dejado en el planeta lo peor de sí y aún así la Selección Argentina de fútbol nos había devuelto una esperanza colectiva inexplicable. Los de Scaloni, Aimar, Ayala y Samuel ya estaban en Qatar, clasificados como tantas otras veces, pero en esta ocasión con una Copa América bajo el brazo y con un renovado caudal energético pocas veces compartido. El final de ese spin-off nos convoca a todos un 18 de diciembre de 2022 bajo un calor abrazador que ya es parte del imaginario emocional argento y del cual ya no quedan más palabras para pronunciar.



Ese día lloramos por la obtención de otro Mundial. Por la tercera estrella. Por una gesta simbólica providencial para los alcances de nuestros colores en todo el globo. Pero también lloramos porque la conquista fue de Lionel, porque lo único que le faltaba ganar a ese pibe ahora líder, era ese trofeo que parecía inalcanzable.

Hoy, 4 de septiembre de 2025, la albiceleste recibirá a Venezuela en el estadio Monumental. Ya está clasificada con holgada superioridad numérica al próximo certamen mundialista que tendrá varias novedades en cuanto a su disputa. La última fecha de Eliminatorias Sudamericanas en suelo argentino. A priori, el último partido oficial como local de Lionel Andrés Messi con la camiseta más linda del mundo. Un día que no esperaba. Que no espero. Que seguramente no esperabas. Que no quería que llegara ni yo, ni vos, ni ninguno de nosotros. Pero llegó. Y como yo, tal vez lloren millones de argentinos y no argentinos amantes del fútbol en muchísimas otras latitudes. Porque más allá de los cuestionamientos pasajeros, Messi ha sido el monarca, el artesano, la maquinaria perfecta y el simple cincel de este deporte durante 20 años. Mientras la vida transcurría en las últimas dos décadas fuimos testigos de un deporte más bello, con un potrero tan nuestro como el mate y las milanesas. Tan sublime, artístico como la sonrisa de la Mona Lisa, sensible como Imagine de John Lennon o infinito como los poemas de Shakespeare.

Tal vez debamos quedarnos con la afirmación de otro clásico “lo esencial es invisible a los ojos” y atesorar de Lionel cada gol, cada gambeta, cada asistencia, todas y cada una de las fantásticas jugadas que no podríamos haber concebido como reales si no se nos hubiesen quedado grabadas en la piel de un sentir popular que comenzó en 2005. Ese Lionel. Este Lionel, con la celeste y blanca, para siempre.

 
 
 

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